E) Llegada a Los Angeles, California
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Cronica de una familia transnacional de tres generaciones.
El viaje de la frontera a Los Angeles lo realizó en autobús, el que lo dejó en una
orilla del lado este de la ciudad. Ahí esperó hasta el amanecer. Sin conocer nada,
se fue caminando en dirección al centro de la ciudad. Posteriormente buscó un lugar
donde estar y buscar comida. Ese lugar que encontró fue “La Placita Olvera”, donde
permaneció por algunos días. En este lugar podía comer, había comida y agua que
la misma gente le ofrecía. Aquí, por más pobreza y dificultades que hubiera, por lo
menos había comida.
En este lugar conoce a otro amigo mexicano, que había llegado en las mismas
condiciones que él. Entonces los dos se sentían más seguros y de alguna manera
protegidos, ya que los dos se apoyaban. Al mismo tiempo se movían para donde
estaban las oficinas de enganchadores de trabajo muy cerca de ahí, en busca de
empleo. Por ello fueron inmediatamente contratados para trabajar en el ferrocarril.
En 1920, Los Angeles ya contaba con la población más numerosa de mexicanos
después de la ciudad de México. Se convertía también en un polo de inmigración y
una ciudad de cambios y tensiones culturales. La ciudad había sido
predominantemente mexicana hasta los años 1880, y hacia la década de 1920 los
ferrocarriles la unían con México y otras partes de EE.UU. Los mexicanos recién
inmigrados se asentaban en el centro mexicano de Los Angeles conocido como
Sonoratown. Ubicados cerca de La Placita Olvera y las vías del ferrocarril, los
enganchadores improvisaban oficinas donde contrataban a inmigrantes urgidos de
trabajo para que fueran a laborar en la cosecha de betabel de Colorado, en las
minas, los ferrocarriles y los campos agrícolas del medo oeste.
Pero para 1925, año en que mi abuelo Vicente Macías llegó a Los Angeles, la
expansión económica y un extenso sistema de ferrocarril interurbano habían hecho
posible que los mexicanos se mudaran de La Placita hacia áreas vecinas. Se habían
ubicado comunidades al este de la ciudad como Belvedere, Boyle Heights y
Maravilla: en barrios de las comunidades de Anaheim, El Monte, Pacoima, Azusa,
Corona y San Fernando. Hacia el sur se habían mudado a Watts (conocido por los
mexicanos como Tejuata) y al oeste al barrio de Sotelo, que surgió del campamento
de los trabajadores de la línea roja del tren, identificada como tal por el color
característico de los tranvías. Había barrios mexicanos segregados, con viviendas
deficientes, sin agua corriente, sin electricidad ni calles ni pavimento. Algunos
inmigrantes vivían en los vagones del tren, en tiendas de campaña o en hileras de
casas de cuatro cuartos, ocupadas por varias familias a la vez (Manuel Gamio, El
inmigrante mexicano).
Otros vivían en los campos de agricultura, cubiertos apenas por carpas o toldos que
se improvisaban con árboles o arbustos. Sólo contaban con el agua de los canales
de riego para beber, bañarse y lavar la ropa. Aquéllos con trabajo constante se
instalaban en casas, rentando la tierra por unos cuantos dólares al mes o
comprando a crédito. Algunos se instalaron en grupos de casas conocidos como
house curts, algo así como chozas de materiales encontrados entre la basura o de
tablas unidas a madera de piso de tiras de madera clavadas sobre los extremos que
conectaban entre sí.
Muchos criaban alguna culebra, gallos o una vaca; plantaban maíz y otros cultivos
como prevención contra tiempos difíciles. Las malas condiciones afectaban a su
salud. En 1927, los mexicanos integraban más del 11 por ciento de la población de
Los Angeles, pero sufrían el 14 por ciento de las muertes por enfermedad. La tasa
de mortalidad de bebés mexicanos era más del doble de la de infantes
angloamericanos (Manuel Gamio, El inmigrante mexicano).
Estas condiciones eran por mucho una situación difícil, por no contar un trabajo
seguro y permanente. En el caso de mi abuelo, él tuvo que vivir en una de las hileras
de casas de cuatro cuartos, gracias a que logró ser contratado de manera rápida y
eso le dio seguridad para pagar una renta y tener un lugar permanente donde vivir.
Por Julian Macias Duran.