B) Efectos potenciales desestabilizadores.
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGRLES, CALIFORNIA” Cronica de una familia transnacional de tres generaciones.
Aunque los artículos con los que los hombres regresaban podrían haber sido
seleccionados por su valor de uso, su distinción de los productos locales significaba
que los modernos y el migrante los conocían. Al ponerse en México objetos
ejemplares de la modernidad, los braceros acumulan prestigio y refuerzan la idea
de EE.UU. como el espacio del llamado avance de lo nuevo (Cohen, Deborah.
Braceros, Migrant Citizens and Transnational Subjects in the Postwar United States
and Mexico).
De este modo, la segunda generación, de los hijos de los braceros, y la última, de
los nietos, así como en general familiares vinculados a aquéllos (hermanos, yernos,
esposas, hijas e hijos, nueras), forman parte de la familia transnacional. Es parte de
una experiencia altamente significativa de gran carga emocional y simbólica
intergeneracional. Desde este lugar, el simbólico, se da la construcción de la
autopercepción de los hijos ante eso que significó ser bracero. Es decir, un hombre
trabajador, que se sacrificó por su familia, responsable de ella; un padre proveedor
de acuerdo con su rol social y cultural; un hombre presente a pesar de su ausencia
en la familia de origen.
Para nosotros, las familias transnacionales son aquéllas que en sus historias de
vida como grupo social tuvieron uno o varios trabajadores temporales contratados
por el Programa Bracero, que de entrada fue el eslabón que involucró a las familias
en esta categoría, donde la familia físicamente estaba dividida. Fuera el padre o el
hijo que estuviera en EE.UU.; y la otra parte de la familia, en México.
65
Sobre los beneficios económicos obtenidos por ellas, era común en la mayoría de
los casos afirmaran que no hubo ganancias económicas significativas para la
familia. Otros reconocieron que hubo muy pocos recursos financieros para saldar
deudas contraídas, tanto por la madre que quedó a cargo de los hijos, como por el
padre bracero durante sus visitas a México. Sin embargo, en el caso de mi papá,
Andrónico Macías, él fue bracero cuando todavía era soltero. A sus 23 años, le tocó
probar suerte para ir a EE.UU., para de este modo contribuir al apoyo económico
de sus papás, quienes también ya habían vivido y participado en el Programa
Bracero. Ya tenían las bases y la cultura de una vida —como ellos llamaban—
“norteña”. Entonces había que probar suerte, al igual que su padre.
En síntesis, es el Programa Bracero, básicamente, vía que da fuerza y continuidad
de la historia, acomodando más rieles para continuar construyendo una familia
transnacional.
Sería la segunda generación de la familia Macías en la continuidad por la lucha de
una vida mejor a través de las remesas y la emigración. Así, el Programa Bracero
ofrecía como fuera la gran oportunidad para fortalecer ese sueño y salir de la
comunidad para mejorar las condiciones económicas de la familia Macías. Al mismo
tiempo que culturalmente le generó más respeto como joven entre sus amigos y la
comunidad. Si querías que te vieran mejor y con más seriedad, había que jugarse
la vida de esa manera.
En esa época, se consideraba a quien ya había emigrado a EE.UU. con el título o
certificado no escrito que otorgaba el reconocimiento social de la familia y la
comunidad. Hasta para casarse o formar una nueva familia, si no habías ido al
“Norte” era mucho más difícil. Las muchachas no te aceptaban igual como a alguien
que ya había sido “norteño”.
Mi abuelo Vicente Macías encontró su pareja después de regresar de EE.UU. Mi
padre hizo lo mismo: a su regreso también formó su familia.
El programa Bracero fue la vía para estar en el fortalecimiento de la familia Macías
como una familia transnacional. Actualmente, parte en California y parte en
Zacatecas, siempre presentes en ambos lados de la frontera. Ausentes físicamente,
pero presentes en sentimientos y corazón. “Un día salí de Zacatecas, pero
Zacatecas nunca salió de mí”.
Por Julian Macias Duran