D) Escuela Semillas del Pueblo, Los Angeles, Ca. Ciudadanía.
“DE NOCHISTLA, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Crónica de una familia transnacional de tres generaciones.
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Fui aceptado para trabajar en la escuela Semillas del Pueblo, una escuela donde
se enseñaba cuatro idiomas: inglés, español, náhuatl y chino. Laboré allí desde
agosto de 2008 y hasta marzo de 2020, al inicio de la pandemia. En esta institución
educativa, mis responsabilidades fueron las de maestro de grupo de Matemáticas
en los grados 6º., 7º., 8º. y 9º. Esta escuela fue certificada como el primer
Bachillerato Internacional en el distrito escolar de Los Angeles. Me fue una gran
oportunidad en lo personal. Además obtuve una mejor preparación profesional.
Me comisionaron para recibir capacitación en noviembre de 2008, en la ciudad de
Vancouver, Canadá. Logré el nivel uno de los tres niveles requeridos para estar
certificado en la enseñanza de Matemáticas en bachilleratos de este tipo (The
International Baccalaureate, Middle Years Programme, IBBC). Posteriormente
recibí todos los cursos necesarios para obtener esta certificación en mi especialidad
por IBBC.
Durante el tiempo que estuve trabajando en esta escuela, viví varios
acontecimientos muy significativos que ocurrieron en mi vida y en mi familia. Uno
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mientras estaba lejos de mis hijos, con la idea de hacer algo para que ellos un día
fueran grandes y lograran grandes sueños. En los primeros días de marzo de 2009,
recibo la noticia de que uno de mis hijos se encontraba muy grave internado en un
hospital de Aguascalientes. Era mi hijo Gabrielito, de apenas 12 años.
Cuando me enteré, eran más o menos las nueve de la mañana: yo impartía mis
clases en un grupo. Sin más ni más, ahí deje todo, avisé a un administrativo de lo
que me pasaba: que yo dejaría el grupo para irme a México, con mi familia.
Cuando llegué a Aguascalientes, mi hijo ya estaba inconsciente y ya no volvía
escucharlo. Lo más duro de mi vida. Mis sueños estaban muertos ahí. Mi hijo estaba
agonizando. Y así, con una esperanza y una señal de Dios, estuve al lado de mi hijo
durante una semana, hasta que finalmente, el 17 de marzo de 2009, m’ijo, m’ijo,
m’ijo se iba de este mundo.
Todo fue tan rápido que ni siquiera hubo ya tiempo de volver a ver la sonrisa de
m’ijo. Un virus tremendamente agresivo atacó su cerebrito, de manera repentina.
Eso le provocó una encefalitis, le acabó la vida con todo y esfuerzos de doctores y
especialistas.
Este hecho marcó mi vida, así como la de mi familia y mis otros hijos. Ha sido un
profundo dolor que nos obligó a considerar muchos aspectos no sólo espirituales;
nos obligó a hacer muchos cambios en la vida. Uno, no enfocarnos ya más en cosas
materiales; dos, a buscar la unidad en la familia, ya fuera en México o en EE.UU.
En mi trabajo me habían autorizado un permiso de 15 días por lo que había pasado
mi familia en México. Me reincorporé a mi trabajo y poco a poco intenté superar el
dolor. Sobra decir que hasta la fecha no lo he logrado.
No sé si tuvo que ver desde el cielo m’ijo Gaby o fueron cosas del destino, pero…
Inmigración da la cita a la entrevista y huellas para todos mis hijos y familia el 17 de
marzo de 2010, incluido m’ijo Gaby. Era exactamente a un año de su partida: 17 de
marzo de 2009. Otro hecho significativo fue que, al acudir al llamado de la cita, todo
fue positivo para todos. Todos recibirían días más tarde, pero con esta fecha, la
aceptación a su residencia en EE.UU., recibiendo también el pésame, por parte de
Inmigración, por la pérdida de nuestro angelito que ahora nos cuida desde el cielo.
El tercer acontecimiento que impactaba mi vida y mi familia durante mi trabajo en
esta escuela fue haber logrado mi ciudadanía de EE.UU. Esto al cumplirse 5 años
de mi residencia, como marca la ley, porque tramité la solicitud para la ciudadanía.
Hacer la entrevista y contestar todas las preguntas acertadamente fue otro hecho
que conmovió mi vida y mis sentimientos, en un país que me había adoptado con
más justicia y respeto que en mi país de origen. Así, el 12 de noviembre de 2012
me convertía en ciudadano de este país. Aun más: mis hijos menores de 18 años
también alcanzaron el mismo beneficio. En este caso, Alfredo y Henid también se
beneficiaron de este logro. M’ijo Juliancito no, porque él un mes antes, el 25 de
febrero, había cumplido sus 18 años.
Sin duda éste fue uno de los logros más grandes que como persona y humano sentí
que había conquistado. Yo lo comparaba con mi graduación como profesor de
Educación Primaria de la Escuela Normal de San Marcos, en Loreto, Zacatecas; o
mi graduación como profesor de Matemáticas en la Normal Superior de Ciudad
Madero, Tamaulipas; o mi graduación en la Maestría en Economía, en la
Universidad Autónoma de Zacatecas. Igual o más sacrificio en el camino hacia la
ciudadanía estadounidense.
Estos golpes y sacrificios eran sobre los rieles que mi abuelo Vicente Macías había
puesto para el tránsito de nuestra familia transnacional. Era sobre los dolores, las
lágrimas, el hambre, las desveladas. Era sobre los durmientes, entre rieles y grava
suelta, donde se estaba moviendo nuestra familia de Nochistlán, Zacatecas a los
Angeles, California. Y al revés, de California hacia allá. Desde una estación humilde,
un motorhome, que fuera el hogar de llegada de la locomotora Macías.
Por Julián Macías Durán