2.1. Enganche en el programa Bracero. Contrataciones, lugares de
contratación, lugares de trabajo, experiencias, logros (residencia, ciudadanía,
redes sociales en EE.UU., etc.)
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Cronica de una familia transnacional de tres generaciones.
A) Contrataciones
En 1963, siendo presidente municipal de Nochistlán el señor José Solís, se
promovía en el municipio, de voz en voz, el Programa Bracero. El señor presidente
municipal coordinó de alguna manera la conformación de un grupo de jóvenes que
quisieran trabajar en EE.UU. Para ello tenían que trasladarse a otro lugar donde
tendrían que ser seleccionados según varias condiciones. La primera era que fueran
fuertes y estuvieran sanos para trabajar en campos de agricultura.
El señor presidente municipal de Nochistlán los apoyó también con un autobús que
los conduciría hasta el estado de Sonora, donde tendrían que ser seleccionados.
Un autobús —recordaba mi padre— incómodo y con asientos de fierro, pero al fin
fue de gran apoyo. No les cobraron pasaje: éste corrió por cuenta de la Presidencia
municipal. En el autobús viajarían 40 jóvenes de la región.
Ya en Sonora, el proceso de selección era muy complicado. Ahí permanecieron
varios días en condiciones muy difíciles, incluso durmiendo en la calle y a veces sin
comer, con sólo eso que a veces otras personas les compartían de su comida o lo
que les daban algunas familias cercanas al lugar. Aunque también había gente muy
molesta por todos los grupos de raza que ahí estaba durmiendo en las calles o
cercas a sus casas. Eso sucedió hasta que los tomaban para llevarlos a las pizcas
de algodón a diversos lugares de Sonora.
Encontrar un lugar donde pasar la noche era, quizá, lo más difícil. Como no
contaban con mucho dinero tenían que acostarse en el suelo y dormir ahí. Los que
traían más se daban el lujo de rentar un petate en una tienda cercana a 1 peso con
50 centavos por noche (Entrevista, Edmundo, 2009): exponiéndose a las
inclemencias de un clima extremo como el de Empalme, frío en unas épocas, y muy
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caluroso en otras; situación que, sumada a la mala alimentación que llevaban por
esos días, provocaba enfermedades y hasta muertes.
Mientras eran llamados los aspirantes debían arreglárselas para encontrar un lugar
donde estar, donde comer y donde dormir (Universidad Metropolitana. Unidad
Cuajimalpa. Diarios del Terruño. Reflexiones sobre Migración y Movilidad. División
de Ciencias Sociales y Humanidades. Posgrado en Ciencias Sociales y
Humanidades. Número 02/julio-diciembre 2016/Primera época/ publicación
semanal).
Primero tenían que trabajar en los campos de Sonora varias semanas e incluso
meses, en las pizcas de algodón. En el caso de mi papá, lo mandaron a Hermosillo
durante dos semanas.
La tarea que le pusieron como condición era que tenía que pizcar 2000 kilos de
algodón. Una vez que logró pizcar los 2000 kilos de algodón, ya había pasado la
primera prueba, que lo acreditaba para pasarlo a la Oficina de Contrataciones que
estaba en Empalme, Sonora.
Quienes no traían desde sus lugares de origen la “carta de recomendación”
necesaria para contratarse también podían conseguirla trabajando en algún valle
agrícola con un patrón que tuviera contacto con el Centro de Contratación y les
proporcionara el documento. Mi papá trabajó en Hermosillo, donde le pidieron dos
toneladas. Ahí trabajó tres semanas con el agricultor. Cumplido el “compromiso”,
fue transportado por este último hasta Empalme, en “carros de carga”.
Los algodoneros de Sonora aprendieron a aprovechar a los trabajadores que
querían cruzar a EE.UU., pues, aludiendo a la falta de brazos para levantar las
cosechas, el gobierno dispuso que los aspirantes que trabajaran en esta zona
tendrían prioridad en el contrato para ir a EE.UU. Para obtener el pase, los
trabajadores tenían que cumplir una tarifa fija: pizcar dos mil kilogramos de algodón
en un plazo de 30, 45 ó 60 días, con lo cual obtenían la oportunidad de ir a trabajar
al citado país. Fue el caso de mi papá, Andrónico Macías Muñoz, quien ganó su
carta laborando en Hermosillo.
Lo ingrato del asunto es que, en bastantes ocasiones, a los agricultores sonorenses
no les pagaban y los aspirantes a bracero se conforman con recibir la constancia de
que habían laborado en los campos de “acá de este lado” (Universidad
Metropolitana. Unidad Cuajimalpa. Diarios del Terruño. Reflexiones sobre Migración
y Movilidad. División de Ciencias Sociales y Humanidades. Posgrado en Ciencias
Sociales y Humanidades. Número 02/julio-diciembre 2016/Primera época/
publicación semanal).
La segunda vez que mi papá participó en el Programa Bracero fue en 1965. En esta
ocasión se vino contratado desde Nochistlán, Zacatecas. Vino un delegado a
contratar braceros. El contratista les pagó el autobús y gastos por los que los llevó
hasta la ciudad de Mendota, California, a las pizcas de melón.
Por Julian Macias Duran