D) Salida de la comunidad y el día que cruzó la frontera.
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Cronica de una famia trasnacional de tres generaciones.
Antes de que Vicente Macías Ramírez emigrara, un familiar de él ya lo había hecho.
Su tío Lorenzo “Pitacoche”, primo hermano de su mamá, Andrea Ramírez, emigró
a Phoenix, Arizona, donde permaneció dos años, trabajando en la música. Dentro
de la familia, tío Lorenzo apuntó el camino por donde más tarde mi abuelo Vicente
iniciaría con la instalación de los primeros rieles para la construcción de una familia
transnacional. Cuando él emigró, en 1885, pagó un centavo por la residencia, en la
frontera de Ciudad Juárez, para pasar a EE.UU. Tío Lorenzo era músico: en su
grupo musical era el que cantaba, por eso le decían Lorenzo “Pitacoche”.
Históricamente, dentro de la familia y de la comunidad, fue la primera persona en
emigrar a EE.UU.
Mi abuelo Vicente emigró dos veces a EE.UU., y las condiciones eran muy
diferentes en los dos momentos de su salida de la comunidad. La primera vez que
emigró a EE.UU. fue en 1925, cuando él estaba soltero. En esta ocasión permanece
5 años en Los Angeles, California. La segunda vez emigra en 1944, como bracero
a la ciudad de Cleveland, Ohio. En esta vez ya tenía su familia: 5 niñas y 3 niños.
Por su familia, el período fue corto: sólo permaneció un año, hasta 1945.
En 1925, a la edad de 18 años, mi abuelo Vicente Macías tomó la decisión de irse
por primera vez al Norte. Era el tiempo de secas, cuando la vida en el campo
resultaba ser más difícil. El frijol y el maíz de cosecha comenzaban a terminarse.
Era el tiempo cuando hay muchas necesidades, incluso el agua escaseaba mucho ahí en el rancho. Todo era más difícil en tiempo de secas y tal vez quizás esto fue
otro de los motivos que lo motivaron a salir de la comunidad para ir al Norte a buscar
una vida mejor.
Sin tener ni un familiar con quien llegar al destino que dentro de sus sueños y metas
estaba, Los Angeles, Ca., la única ilusión y fuerza sería que encontraría una vida
mejor, “me voy para el Norte”. Y así, una madrugada de mayo de 1925, toma el
Camino Real que lo conduciría a la ciudad de Aguascalientes, atravesando cerros
y por el camino que usualmente recorrían su padre y él cuando iban a vender huevo
y carne a aquella ciudad. Un camino que le tomaba dos días a pie para llegar
amaneciendo a Aguas. Ahí tomaría el ferrocarril que lo llevaría hasta la frontera de
Ciudad Juárez. Esto le tomaba aproximadamente dos días para llegar a Ciudad Juárez ya casi al amanecer. Una vez que subió al tren, la salida fue como a las tres
de la mañana. Fueron dos noches y dos días. Durante el viaje, cuando el tren llegaba a los pueblos de paso, él hacía paradas donde conseguía comida y agua. A la segunda noche, como a las 4 de la mañana, llegó a Ciudad Juárez. Ahí esperó al
amanecer para caminar a la línea, donde trataría de pasar a EE.UU.
Eran las 9 de la mañana y había que prepararse para cruzar la frontera. Había una
oficina adonde se tenía que pasar para sacar el permiso para ir a EE.UU. La frontera
era alambre de potrero y no había restricciones difíciles ni muchos requisitos para pasar. Estaba la oficinita a un costado del alambre, donde había que pasar para
arreglar o pedir permiso para cruzar al otro lado. Ahí se pagaba por la residencia.
Costaba 15 dólares, era un trámite muy sencillo. Automáticamente se les daba la
residencia, haciendo ese pago.
Ya del otro lado de la frontera había que caminar un poquito para llegar a una
pequeña terminal de autobuses donde se corría para varias direcciones. Ahí tomó
un autobús que lo llevaría a la ciudad de Los Angeles. La salida estaba para otro
día a las 7 de la mañana. Ahí pasó la noche afuera para esperar el amanecer y la
la hora de la salida del autobús a Los Angeles. El camino ya no fue tan largo como
el de Aguascalientes a Ciudad Juárez. Le tomó ese día y parte de la noche para su
llegada a su destino Los Angeles. La preocupación seguía: no conocía y no tenía ni
un familiar o amigo con quién llegar, ni un lugar exacto adonde se iría a trabajar.
Segunda salida de la comunidad. En 1944 decide nuevamente emigrar a EE.UU.,
ahora en calidad de bracero. Ya no estaba soltero: era responsable de una familia
con 8 hijos pequeños. La preocupación era diferente respecto a aquella primera vez.
Ahora la nostalgia y el sentimiento de separarse de su familia con hijos pequeños le
traía una preocupación mayor, ya no el camino a recorrer. En esta vez ya tenía
conocimiento del camino a seguir, rumbo a la frontera. Ahora tomó el tren de
Guadalajara a Mexicali para cruzar la frontera por Tijuana. Un viaje de dos noches
y un día y parte de la noche de otro día para llegar a Mexicali. En esta ocasión ya
contaba con su seguro social y una tarjeta de identificación americana que le habían
dado la primera vez que trabajó en EE.UU. para pasar sin el menor problema. Sin
embargo, tuvo que arreglar su contrato porque en esta vez venía como bracero a
EE.UU. y había que contratarse. Él se contrató en Mexicali y de ahí se lo llevó el
contratista junto con un grupo de trabajadores hasta la ciudad de Cleveland, Ohio.
El salario que se le pagó fue de 1.50 dólares la hora en este contrato, y su trabajo
fue nuevamente en ferrocarriles.
Por Julian Macias Duran.