E) Logros.
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA: Cronica de una familia transnacional de tres generaciones.
El bracero, trabajador agrícola, era un agente de desarrollo, aunque no
necesariamente un experto de cualquier tipo. Para la familia, el migrante se
convertía en un símbolo de la modernidad que se buscaba entonces: un hombre
emprendedor, proveedor, productivo, valiente, respetable, que regresaba a su
pueblo con el valor añadido de su conocimiento de EE.UU. y las técnicas agrícolas
modernas. La contratación de los braceros durante los años de la Segunda Guerra
Mundial fue considerada un gesto patriótico y noble.
A lo largo de los 22 años de existencia del Programa Bracero, la concepción del
bracero tampoco se muestra estática. Durante todos estos años, él no es un héroe
nacional. Y no se le reconoce como tal. Sin el trabajo de los braceros para producir
alimentos en EE.UU., quizá ese país hubiera perdido la Segunda Guerra Mundial.
Eso lo reconocía y lo comentaba mi padre al decir que fueron ellos, desde los
campos agrícolas californianos, quienes producían toda la alimentación para el
pueblo. No había hombres porque estaban en la Guerra, por eso EE.UU. solicitaba
y rogaba por trabajadores mexicanos. Del bracero se espera que se familiarice con
las herramientas y los conocimientos modernos de la agroindustria californiana,
para comunicar su conocimiento, al regresar, a su pueblo o comunidad (Centro de
Investigación y Docencia Económicas, División de Historia, México. SCIELO
ANALYTICS. El bracero, ¿héroe o paria? Su representación mediática, 1942-1964).
Respecto a mi padre, los logros no fueron sólo económicos. Esto aunque se ahorró
para resolver las primeras necesidades de su familia (sus padres y hermanos) y
continuar con el cuidado y trabajo de la agricultura y la ganadería con su familia en
su comunidad. Actividad de la cual dependían para vivir.
Mi padre se compró ropa vaquera y más o menos al estilo norteño de aquella época,
y ropa para su familia. Compró un radio rojo grande en California para sus
hermanas. Lo más significativo fue que se preparó para casarse y formar una nueva
familia. Hizo una casita en el rancho, cerca de la casa de sus padres. Esa casita,
aunque de adobe y con un jacal para cocina, era ya un gran logro para sentar las
bases del lugar donde sería más tarde el hogar de su nueva familia.
En 1965, a un año de haber regresado de EE.UU., se casa con María Durán Puga,
hija de Agustín Durán y Eustolia Puga, originarios de la comunidad El Taray,
Nochistlán, Zac. Mi papá tenía 25 años; mi mamá, 20 años. María Durán ya estaba
pedida y comprometida para casarse con otra persona. Pero al conocer la noticia
de que mi papá había regresado del Norte, tomó la decisión de formar mejor su
familia con mi papá, dejando atrás su anterior relación. Se reafirma lo expuesto:
culturalmente, un migrante que regresa a su comunidad de origen era más
respetado que quienes nunca habían salido. Había un mayor respeto y seriedad por
las personas norteñas. Éste sería el logro más significativo de mi papá. Como
bracero en los campos agrícolas de California, trabajó y ahorró para formar su
familia.
Por Julian Macias Duran.