E) Mecanismos de comunicación y relación con la familia y la comunidad de
origen.
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Cronica de una familia transnacional de tres generaciones.
En los años ochenta del siglo pasado, el mecanismo de comunicación más básico
fue el correo postal. La comunicación era a través de cartas. De recién que mi papá
emigró en 1986 a Los Angeles, él nos escribía cartas. Usualmente una carta tardaba
de uno a dos meses en llegar a Nochistlán. Él acostumbraba comunicarse cada mes
porque además en sus cartas él mandaba su dinero. En algunas ocasiones
mandaba el dinero en cheque y en otras así el dinero en cash. Lo mandaba en cash,
porque cambiar un cheque en Nochistlán era más complicado. Al ir a una casa de
cambio o a un banco local, pedían la firma de un comerciante en el cheque. Y
muchas veces era difícil encontrar a un comerciante que quisiera firmar el cheque.
A veces porque no lo conocían a uno. Entonces mandaba su dinero en pocas
cantidades. Regularmente 100 o 300 dólares como máximo, en billetes de a 20
dólares, envueltos en papel aluminio, dentro de un sobre o una carta.
Así que recibir una carta de EE.UU. era de gran alegría, no sólo por conocer la
noticia de cómo estaba mi papá, sino que además, como decíamos, ni una sola
carta llegaba en blanco: siempre llegaba algo de feriecita. Y eso nos alegraba, ya
que era nuestro principal sustento y una manera para vivir, para comer y, en nuestro
caso, para comprar los útiles que necesitábamos en la escuela para estudiar.
Otra manera de comunicación era cuando alguien de la familia iba a Nochistlán. A
través de familiares o amigos que iban se acostumbraba mandar cosas, como ropa,
zapatos o detalles que se necesitaba la familia. Por ejemplo, en tiempos de Navidad
cuando alguien iba a Nochistlán se mandaban detalles o algún regalo. Cuando era
Día de las Madres o algún cumpleaños, si coincidía que alguien de la familia visitaba
Nochistlán, mandaban cosas y con ellos también se mandaba dinero.
Cuando un familiar iba a Nochistlán, se aprovechaba para mandar cantidades de
dinero más considerables, ya que siempre hubo el temor de que el dinero a través
de cartas se perdiera. Aunque nunca se perdió ni una sola carta.
Por Julian Macias Duran.