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” DE NOCHISTLÁN, ZACATECAS A LOS ÁNGELES, CALIFORNIA” Crónica de una familia transnacional de tres generaciones
abril 28, 2023
” DE NOCHISTLÁN, ZACATECAS A LOS ÁNGELES, CALIFORNIA” Crónica de una familia transnscional de tres generaciones.
mayo 6, 2023
Published by Julián Macías at mayo 6, 2023
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  • HISTORIAS
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    3.3. Inserción y trayectorias laborales. Lucha por la residencia y la ciudadanía
    “DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Crónica de una familia transnacional de tres generaciones.
    https://youtube.com/@maciasmatematicas

    A) Visa F1, Estudiante internacional, Colegio de Rio Hondo, Whittier, California
    Mi educación en la Escuela para Adultos “Willow” de la ciudad de La Puente, Ca.,
    2004-2005
    Mi ingreso a EE.UU. fue con la VISA B1/B2, es decir de turista, que había adquirido
    en junio de 2003 gracias a la intervención del doctor García Zamora, de la
    Universidad Autónoma de Zacatecas. Él me propuso para formar parte del Instituto
    de Verano “Cambio Social Cruzando Fronteras” en la Universidad de California
    Campus Santa Cruz, Ca.
    Al ser elegido candidato a formar parte de este evento, recibí el apoyo
    correspondiente, como la Carta de Invitación y agenda de trabajo. Con ello pude
    ingresar aquí en La Ciudad de La Puente a la Escuela de Educación para Adultos
    “Willow”, a estudiar ESL (Inglés como Segunda Lengua). Ahí permanecí hasta
    inicios de enero de 2005.
    Luego me cambié al Colegio de San Antonio, en la ciudad de Pomona, Ca., porque
    ahí tenían un programa más completo de ESL, ya a nivel de Colegio, más acorde
    con mis antecedentes escolares que yo traía de México. Es un Colegio más retirado
    del lugar donde vivía: por muchas ocasiones tuve que caminar a pie
    aproximadamente 28 kilómetros. Muchas veces los recorrí en dos horas y media, a
    cambio de mis deseos de superación y de salir adelante.
    Con la VISA B1/B2, yo no podía ingresar al Sistema Regular Superior de Educación
    en California, ni tampoco podía trabajar de manera formal. Lo que hice fue
    mantenerme en esta escuela estudiando inglés, mientras trabajaba en la
    construcción de manera ilegal para salir adelante.
    Sucede que un día, un Don Enrique, que también pagaba renta de una recámara
    ahí con mi papá y mi tío Oswaldo, fue al Consulado Mexicano a San Bernardino, y
    me invita a mí. Nadie usualmente lo acompañaba porque tenía un problema: cuando
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    se sentía con amigos, le gustaba mucho pelear con la gente. El señor no estaba
    muy bien. Así que nadie quiso acompañarlo y yo, como no le conocía muy bien su
    problema, fui con él.
    Él fue por un permiso para su camioneta que pensaba llevar a Guadalajara, su tierra
    natal, en unas vacaciones.
    Ya estando en la línea, formados con ficha y todo, me pidió que me esperara en su
    lugar porque él iría al baño. Cuando regresó, estaban otras personas delante de mí,
    que él no había visto… y que se les avienta al pleito, discusiones y gritos. Entonces
    yo me muevo rápido de ahí y entro en una oficina que estaba enfrente, para que él
    se calmara. Porque, ya solo, no decía nada y se tranquilizaba. Ése era su problema.
    Entonces una señorita que estaba ahí me dice: “A sus órdenes. ¿Qué se le ofrece?”.
    Y yo, de manera inconsciente o de nervios, le dije: “¿Puedo hablar con el Cónsul?”,
    como que yo no tenía idea de lo que representaba un Cónsul en EE.UU. Ella
    respondió: “Espere un momento”. Me preguntó: “¿Cuál es su asunto?”. Le dije: “Soy
    profesor y me gustaría encontrar trabajo en lo que yo estudié, aquí en EE.UU.”. Sólo
    me contestó: “Espere un momento”.
    Luego me pasó a la oficina más al fondo donde se encontraba el Cónsul. Lo saludé,
    me presenté y le expliqué mis sueños y mis deseos de trabajar como profesor en
    EE.UU.
    De modo muy amable me dio un consejo de lo más significativo para mi vida en
    EE.UU. Cuando él me empezaba a platicar, yo quise escribir en una libretita que
    traía yo, y él no me lo permitió. Me dijo: “No puedes escribir lo que te estoy diciendo”.
    Escúchame y sigue mis consejos como yo te lo voy a decir: Busca un Colegio
    comunitario y saca una carta de aceptación para que aplique para una visa de
    estudiante internacional. Con ello podrás ingresar al Colegio. Tú como estudiante
    internacional tendrás un seguro social y la oportunidad de trabajar medio tiempo en
    EE.UU. para ayudarte para tus estudios”.
    Así lo hice. Me fui al Colegio más cercano de donde vivía yo, Rio Hondo College,
    de Whittier, Ca. Esto porque, aunque ya estaba estudiando en el Colegio de San
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    Antonio el programa de ESL, me quedaba muy lejos y muchas de las veces, por
    falta de recursos, tenía que caminar a pie y de noche.
    Me pasaron con una consejera de estudiantes internacionales y me explicó los
    requisitos. Entre ellos, el más difícil era conseguir una carta de apoyo o de
    sostenimiento. Lo otro era que sacara mi revalidación de estudios y presentara mis
    transcripts y un pago mensual por concepto de colegiatura de 4,800 dólares.
    Luego pensé en varios familiares y amigos. Le pedí la carta a una prima hermana
    que es maestra aquí en California: la respuesta fue “no”. Luego se la pedí a mi tío
    Oswaldo, y no; a mi tía Josefa, y no. Difícilmente alguien te firma una carta de este
    tipo. Se necesitaba, para generar la carta, al menos 20,000 dólares en el banco en
    ese momento. Tampoco mi papá podía, ya que todo su dinero y ahorros estaban en
    México. Mi papá dedicó su vida a arreglar su ranchito y a hacer pequeñas
    inversiones en terrenos y ganado.
    En una ocasión, un fin de semana de febrero de 2005, yo andaba igual que mi
    abuelo Vicente. Como que se repitió la historia de su aventura en 1925. Que me
    encuentro al profesor Javier Cruz Palomino, un hermano de uno de mis mejores
    amigos en Zacatecas. Él era integrante de la Federación de Clubes Zacatecanos
    del Sur de California. “¿Qué andas haciendo, Juliancillo, por aquí?”, me dice. Y ya
    platicamos y le expuse mi preocupación y mi deseo de estudiar, pero que necesitaba
    esa carta. Él me contestó: “Las que quieras, yo te las firmo”. En ese momento fuimos
    a conseguir un sobre y papel a una tienda ahí en la Placita Olvera y rápidamente
    me la hizo. Sólo me dijo: “Ahí me das unos 2,000 dólares cuando ya estés
    trabajando”.
    Al siguiente día me fui al Colegio y todo resultó muy bien. Me dieron la carta de
    aceptación al colegio y con ella hice mi cita al consulado (yo pertenecía al
    Consulado de Guadalajara). La cita me la dieron el 16 de junio de 2005.
    Del mismo modo, fui a la ciudad de Culver City, para ver lo de mi revalidación de
    mis estudios de México, a una agencia de nombre International Education Research
    Foundation, Inc., Credentiales Evaluation Service. Ahí hice un pago de 160 dólares
    por el servicio y 10 dólares por cada copia adicional que yo quisiera de mis
    transcripts.
    Luego me tuve que regresar a Nochistlán unos días antes de mi cita. Fui a
    Guadalajara y me presenté y todo resultó muy bien. Gracias a Dios, me dieron mi
    VISA F1. Prácticamente casi nadie aplica para este tipo de visas, así que fue fácil
    obtener esa F1, de estudiante internacional, el 16 de junio de 2005.
    Esa visa es por dos años y está condicionada a que seas estudiante de tiempo
    completo (12 unidades) y mantener un promedio mínimo de una “B”, equivalente en
    México a un 9 de calificación. Si bajaba a una “C” en alguna materia, me daban 16
    días para salir de EE.UU. y volver a la oficina de inmigración a ver si te permitían
    continuar o te tendrías que regresar a México.
    Afortunadamente, la mayoría de mis grados o calificaciones siempre fueron de “A”
    y algunas veces de “B”. Ya como estudiante del Colegio, me dan mi seguro social,
    y también un permiso de trabajo, donde podía trabajar 20 horas semanales, que era
    para estudiante de tiempo completo.
    Ingresé al Colegio de manera formal en el otoño de 2005. Era agosto, yo iniciaba
    mis estudios y clases formales de inglés, historia y educación especial en EE.UU.
    Con ello tuve necesariamente que buscar trabajo, ya que como estudiante
    internacional tenía que pagar mis estudios. En ese tiempo eran 48,000 dólares que
    me costaría mi colegiatura por diez meses. Yo tenía que pagar mes por mes lo
    correspondiente. En mi caso pagaba 4,800 dólares mensuales, de tal modo que
    tenía que trabajar mucho para pagar mis estudios.
    Por Julián Macías Durán

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