3.3. Inserción y trayectorias laborales. Lucha por la residencia y la ciudadanía
“DE NOCHISTLAN, ZACATECAS A LOS ANGELES, CALIFORNIA” Crónica de una familia transnacional de tres generaciones.
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A) Visa F1, Estudiante internacional, Colegio de Rio Hondo, Whittier, California
Mi educación en la Escuela para Adultos “Willow” de la ciudad de La Puente, Ca.,
2004-2005
Mi ingreso a EE.UU. fue con la VISA B1/B2, es decir de turista, que había adquirido
en junio de 2003 gracias a la intervención del doctor García Zamora, de la
Universidad Autónoma de Zacatecas. Él me propuso para formar parte del Instituto
de Verano “Cambio Social Cruzando Fronteras” en la Universidad de California
Campus Santa Cruz, Ca.
Al ser elegido candidato a formar parte de este evento, recibí el apoyo
correspondiente, como la Carta de Invitación y agenda de trabajo. Con ello pude
ingresar aquí en La Ciudad de La Puente a la Escuela de Educación para Adultos
“Willow”, a estudiar ESL (Inglés como Segunda Lengua). Ahí permanecí hasta
inicios de enero de 2005.
Luego me cambié al Colegio de San Antonio, en la ciudad de Pomona, Ca., porque
ahí tenían un programa más completo de ESL, ya a nivel de Colegio, más acorde
con mis antecedentes escolares que yo traía de México. Es un Colegio más retirado
del lugar donde vivía: por muchas ocasiones tuve que caminar a pie
aproximadamente 28 kilómetros. Muchas veces los recorrí en dos horas y media, a
cambio de mis deseos de superación y de salir adelante.
Con la VISA B1/B2, yo no podía ingresar al Sistema Regular Superior de Educación
en California, ni tampoco podía trabajar de manera formal. Lo que hice fue
mantenerme en esta escuela estudiando inglés, mientras trabajaba en la
construcción de manera ilegal para salir adelante.
Sucede que un día, un Don Enrique, que también pagaba renta de una recámara
ahí con mi papá y mi tío Oswaldo, fue al Consulado Mexicano a San Bernardino, y
me invita a mí. Nadie usualmente lo acompañaba porque tenía un problema: cuando
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se sentía con amigos, le gustaba mucho pelear con la gente. El señor no estaba
muy bien. Así que nadie quiso acompañarlo y yo, como no le conocía muy bien su
problema, fui con él.
Él fue por un permiso para su camioneta que pensaba llevar a Guadalajara, su tierra
natal, en unas vacaciones.
Ya estando en la línea, formados con ficha y todo, me pidió que me esperara en su
lugar porque él iría al baño. Cuando regresó, estaban otras personas delante de mí,
que él no había visto… y que se les avienta al pleito, discusiones y gritos. Entonces
yo me muevo rápido de ahí y entro en una oficina que estaba enfrente, para que él
se calmara. Porque, ya solo, no decía nada y se tranquilizaba. Ése era su problema.
Entonces una señorita que estaba ahí me dice: “A sus órdenes. ¿Qué se le ofrece?”.
Y yo, de manera inconsciente o de nervios, le dije: “¿Puedo hablar con el Cónsul?”,
como que yo no tenía idea de lo que representaba un Cónsul en EE.UU. Ella
respondió: “Espere un momento”. Me preguntó: “¿Cuál es su asunto?”. Le dije: “Soy
profesor y me gustaría encontrar trabajo en lo que yo estudié, aquí en EE.UU.”. Sólo
me contestó: “Espere un momento”.
Luego me pasó a la oficina más al fondo donde se encontraba el Cónsul. Lo saludé,
me presenté y le expliqué mis sueños y mis deseos de trabajar como profesor en
EE.UU.
De modo muy amable me dio un consejo de lo más significativo para mi vida en
EE.UU. Cuando él me empezaba a platicar, yo quise escribir en una libretita que
traía yo, y él no me lo permitió. Me dijo: “No puedes escribir lo que te estoy diciendo”.
Escúchame y sigue mis consejos como yo te lo voy a decir: Busca un Colegio
comunitario y saca una carta de aceptación para que aplique para una visa de
estudiante internacional. Con ello podrás ingresar al Colegio. Tú como estudiante
internacional tendrás un seguro social y la oportunidad de trabajar medio tiempo en
EE.UU. para ayudarte para tus estudios”.
Así lo hice. Me fui al Colegio más cercano de donde vivía yo, Rio Hondo College,
de Whittier, Ca. Esto porque, aunque ya estaba estudiando en el Colegio de San
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Antonio el programa de ESL, me quedaba muy lejos y muchas de las veces, por
falta de recursos, tenía que caminar a pie y de noche.
Me pasaron con una consejera de estudiantes internacionales y me explicó los
requisitos. Entre ellos, el más difícil era conseguir una carta de apoyo o de
sostenimiento. Lo otro era que sacara mi revalidación de estudios y presentara mis
transcripts y un pago mensual por concepto de colegiatura de 4,800 dólares.
Luego pensé en varios familiares y amigos. Le pedí la carta a una prima hermana
que es maestra aquí en California: la respuesta fue “no”. Luego se la pedí a mi tío
Oswaldo, y no; a mi tía Josefa, y no. Difícilmente alguien te firma una carta de este
tipo. Se necesitaba, para generar la carta, al menos 20,000 dólares en el banco en
ese momento. Tampoco mi papá podía, ya que todo su dinero y ahorros estaban en
México. Mi papá dedicó su vida a arreglar su ranchito y a hacer pequeñas
inversiones en terrenos y ganado.
En una ocasión, un fin de semana de febrero de 2005, yo andaba igual que mi
abuelo Vicente. Como que se repitió la historia de su aventura en 1925. Que me
encuentro al profesor Javier Cruz Palomino, un hermano de uno de mis mejores
amigos en Zacatecas. Él era integrante de la Federación de Clubes Zacatecanos
del Sur de California. “¿Qué andas haciendo, Juliancillo, por aquí?”, me dice. Y ya
platicamos y le expuse mi preocupación y mi deseo de estudiar, pero que necesitaba
esa carta. Él me contestó: “Las que quieras, yo te las firmo”. En ese momento fuimos
a conseguir un sobre y papel a una tienda ahí en la Placita Olvera y rápidamente
me la hizo. Sólo me dijo: “Ahí me das unos 2,000 dólares cuando ya estés
trabajando”.
Al siguiente día me fui al Colegio y todo resultó muy bien. Me dieron la carta de
aceptación al colegio y con ella hice mi cita al consulado (yo pertenecía al
Consulado de Guadalajara). La cita me la dieron el 16 de junio de 2005.
Del mismo modo, fui a la ciudad de Culver City, para ver lo de mi revalidación de
mis estudios de México, a una agencia de nombre International Education Research
Foundation, Inc., Credentiales Evaluation Service. Ahí hice un pago de 160 dólares
por el servicio y 10 dólares por cada copia adicional que yo quisiera de mis
transcripts.
Luego me tuve que regresar a Nochistlán unos días antes de mi cita. Fui a
Guadalajara y me presenté y todo resultó muy bien. Gracias a Dios, me dieron mi
VISA F1. Prácticamente casi nadie aplica para este tipo de visas, así que fue fácil
obtener esa F1, de estudiante internacional, el 16 de junio de 2005.
Esa visa es por dos años y está condicionada a que seas estudiante de tiempo
completo (12 unidades) y mantener un promedio mínimo de una “B”, equivalente en
México a un 9 de calificación. Si bajaba a una “C” en alguna materia, me daban 16
días para salir de EE.UU. y volver a la oficina de inmigración a ver si te permitían
continuar o te tendrías que regresar a México.
Afortunadamente, la mayoría de mis grados o calificaciones siempre fueron de “A”
y algunas veces de “B”. Ya como estudiante del Colegio, me dan mi seguro social,
y también un permiso de trabajo, donde podía trabajar 20 horas semanales, que era
para estudiante de tiempo completo.
Ingresé al Colegio de manera formal en el otoño de 2005. Era agosto, yo iniciaba
mis estudios y clases formales de inglés, historia y educación especial en EE.UU.
Con ello tuve necesariamente que buscar trabajo, ya que como estudiante
internacional tenía que pagar mis estudios. En ese tiempo eran 48,000 dólares que
me costaría mi colegiatura por diez meses. Yo tenía que pagar mes por mes lo
correspondiente. En mi caso pagaba 4,800 dólares mensuales, de tal modo que
tenía que trabajar mucho para pagar mis estudios.
Por Julián Macías Durán